ContraHegemonía en Ciencia Política

11/11/09

2º enc. Martí - Feminismo y Marxismo - Saberes de la opresión, saberes de la emacipación: reivindicaciones del pensamiento feminista

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Saberes de la opresión, saberes de la emacipación: reivindicaciones del pensamiento feminista.

María Alicia Gutiérrez
Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires
mariagut@fibertel.com.ar

Publicado en Esperando a Godot, revista de cultura y política, Buenos Aires, Argentina Año II- nª 12, diciembre 2006

Las teorías sobre el género pusieron en la escena la importancia de la reflexión, y con ello la praxis política, de una dimensión de la subordinación excluida del pensamiento hegemónico.

La aparición del género como categoría de la subordinación, remite a una construcción que hace del conglomerado de lo social, lo cultural, lo biológico y lo psíquico, un entramado de dimensiones que permitieron visualizar el lugar de los grupos subalternos. En este caso, e inicialmente, pero no solo de ellas, de las mujeres.




La categoría de género en tanto refiere a un sofisticado modo de la opresión surge como un intento de reinstalar la realidad de las mujeres en los saberes de la emancipación. Por otro lado, remite, como supuesto básico subyacente, a la dimensión de la sexualidad, constitutivo de la condición humana. Por ello el género trasciende una problemática solo de mujeres. Refiere a la relación naturaleza/cultura, emoción/razón, debilidad/fuerza.

Sin embargo, también al interior de las teorizaciónes del género se reprodujeron la lógica de la opresión/emancipación. De una problemática exclusiva de mujeres a una performance donde es posible una construcción de identidad genérica diferencial, largo tiempo transcurrió en el pensar y el accionar político de las propias mujeres.

Del contrato social/sexual al Segundo Sexo

La historia de la opresión de las mujeres y sus intentos de autonomía es tan antigua como la humanidad. Eurípides, en su tragedia Medea, pone en el centro de la escena, y en las reminiscencias contradictorias del coro, la problemática del empoderamiento de una mujer, de las mujeres frente al poder instituido. Porque si hay algo que la teoría feminista y la teoría del género colocan en una interrogación profunda es justamente la dimensión del poder.

De ello dan cuenta, además de los brillantes estudios antropológicos, los primeros escritos de mujeres de la modernidad emergente. Mary Wolstoncraft y Olimpe de Gouges, fueron paradigmáticas de una lucha silenciada sobre el lugar de la mujer en el proceso de incorporación a la “condición humana” y de sujetos portadores de logos/razón. La educación, contrariando las “predicciones” de Emilio a Sofìa, será el elemento emancipador y posibilitador para colocar a la mujer en el espacio de lo público. Los contractualistas, con sus diferencias, pondrán en evidencia de que se trata lo publico/lo privado, la inclusión/ la exclusión. No existe ningún mito de origen contractualista que no haya dejado por fuera de la condición de ciudadanía a las mujeres. Ello, en palabras de Carole Pateman, fue posible porque existió un contrato sexual previo que “ubicó”a las mujeres en el espacio de la privacidad, del hogar, de lo doméstico produciendo la gran división sexual del trabajo de la cual Marx y Engels hacen referencia en La Ideología Alemana.

La díada capitalismo/patriarcado y su infeliz matrimonio, como lo llamara Heidi Hartman, desvelara a mas de una mujer revolucionaria. Rosa Luxemburgo y Alejandra Kollontai serán sus máximos exponentes frente al impacto de la revolución rusa y el auge del marxismo. La liberación de clase no logrará producir el deseado “hombre nuevo” sino va acompañado de la liberación de la mujer sobre todo en lo que a sexualidad, trabajo y decisiones públicas se refiere.

El período de entreguerra será una experiencia riquísima en términos del lugar ocupado por las mujeres. La necesidad de sostener la economía de guerra en tanto los hombres estaban en el frente impulso la salida laboral de las mujeres. Espacio de autonomía, de emancipación pero nunca abandono de las responsabilidades del hogar. Por ello, dirá la filósofa española Celia Amorós, no habrá verdadera y profunda democracia hasta que ello no solo alcance el ámbito público sino que revista el mundo privado. El verdadero intercambio de roles y funciones en los dos espacios, de manera completamente igualitaria, será el indicador de una democracia sustantiva.

Acabadas las contiendas, instalada la paz e iniciado el proceso de reconversión capitalista keynesiana, las mujeres deberán volver a su lugar “natural”: el hogar dado que instalaban una competencia demasiado fuerte para lograr el pleno empleo. La “mística de la feminidad” como la llamara Betty Friedan, retrotrajo a las mujeres al hogar, acompañadas del pensamiento eugenésico y el desarrollo industrial que las proveía de los necesarios artefactos domésticos para su “liberación”. El “problema que no tiene nombre”, en palabras de la autora, no es mas que la profunda depresión que acompañaba a estas mujeres amarradas a la naturaleza de la maternidad, entendida como pura biología, que les otorgaba el único y fundamental sentido de su vida. El capitalismo necesitaba de familias constituidas legítimamente, para garantizar las condiciones necesarias de la productividad. Control sobre los cuerpos, control sobre la sexualidad, como desarrollará Michel Foucault, que mucho dice acerca de los lugares de la subordinación.

El Segundo Sexo de Simone de Beauvoir, a fines de la década de 1940, pondrá en escena el famoso y conocido lema “la mujer no nace, se hace” intentando romper el encorsetamiento de la “naturaleza” y poniendo a la condición femenina en su verdadera dimensión: se trata de una identidad que apelando a un sustrato biológico se construye socialmente sobre la lógica de la subalternidad. No serán diferentes los argumentos utilizados en relación a otros grupos como los de raza e identidad étnica.


La revolución social, la revolución sexual

La década del 60, pondrá un punto de inflexión en el desarrollo de las teorías feministas y del género. La crítica certera a la sociedad opulenta, a la sociedad de consumo permitió resurgir una “nueva izquierda” que tendrá su punto emblemático en el mayo 68 frances. Allí participaron activamente las mujeres, pero también lograron tomar una desnuda conciencia de su condición. A la hora de pensar en el “poder” quedaban afuera de todo tipo de decisiones.

Los grupos feministas comienzan a generar su espacio y aprender un lento saber que las llevara una producción teórica y práctica acerca de su condición de subordinación.

Las “feministas de la igualdad” y las “feministas de la diferencia” pondrán sus puntos de vista y sus diferencias en la construcción de la identidad femenina y en la acción de ese nuevo sujeto político.

El género como construcción relacional, social, política y subjetiva permitirá comprender, al decir de Marta Lamas, que se trataba de una identidad construida con una remisión esencialista a la biología, a la maternidad. Entonces la sexualidad tenía mucho que decir en esta construcción.

Si bien las mujeres pusieron en la agenda cantidad de cuestiones silenciadas expresadas en legislaciones, ( aborto, patria potestad compartida, a igual trabajo igual salario, etc) no solo “los otros” construyen saberes de la opresión , saberes de la emacipación. El movimiento feminista, uno de los importantes movimientos que subvierte el orden social del Siglo XX, dado que ataca el meollo del poder, se inicia en el seno de los países desarrollados y en las mujeres, blancas, heterosexuales y de clase media. Esto le da una impronta donde quedan “silenciadas” las “otras de la diferencia” bajo un “universal” inexistente.

Del derecho a decidir a las diferencias excluidas

Será en la década del 80 del siglo pasado, donde desde los países centrales alzan su voz las mujeres excluidas de la lógica emancipatoria feminista: las pobres, las negras, las indígenas, las lesbianas. Ponen en escena justamente la lógica de “exclusión” al interior del propio feminismo y se producen importantísimos desarrollos teóricos que discutirán entre otras cosas a la propia categoría de género (altamente “tecnologizada” por el mundo académico y las agencias de cooperación internacional). La identidad de género ya no será solo una sino que surgirán “identidades de género” donde la subordinación será pensada a la luz de las condiciones de mujer, de clase, de etnia, de generación remitiendo a la negación de la heterosexualidad como única forma del placer.

De estos grupos surgirán una de las importantes “fisuras” de la teoría donde dinamizará y evidenciara que la opresión se construye sobre una serie de dimensiones entrecruzadas, que esto no es propio y exclusivo de las mujeres y que su posibilidad de emancipación se enmarca en luchas globales donde las alianzas políticas, móviles y flexibles son una condición necesaria. La identidad de género entonces se transmutara en identidades nómades, como dirá Rossi Braidotti y en una performance, donde se distingue acontecimiento de acciones, según Judith Butler.

Si bien la incorporación es significativa, hay “otras” que siguen fuera de la discursividad y de la acción concreta, tanto en la producción europea como la norteamericana.

Que acontece en la periferia subordinada?

La realidad latinoamericana posee un recorrido diferente, si bien se va a nutrir en muchos momentos del proceso de la producción teórica exógena.

La invisibilidad de las mujeres es un rasgo compartido: desde las independentistas, las mujeres de los salones literarios, las sufragistas, las anarquistas (cuyo lema era “ni dios, ni patrón, ni marido”), las teóricas académicas hasta los grupos queer, la región ha recorrido un largo camino.

Sin embargo había realidades propias: el machismo acendrado en nuestra historia cultural, la remisión al mundo privado, la temprana o lenta (depende los casos) incorporación a la educación y por lo tanto al mundo del trabajo, les dieron a las mujeres de América Latina y el Caribe un perfil diferencial. Flora Tristán, entre otras, mucho dirá de la condición de opresión de las mujeres en tiempos pretéritos.

La realidad de la acción política y reflexiva de las mujeres latinoamericanas fue acompañando los procesos políticos de la región. La década del 70, implicará la incorporación de la mujer a la educación y a la lucha política, pero aun no aparecían las demandas específicas de género. Del tiempo de las dictaduras, las mujeres organizadas pidiendo por la vida, como el caso de las Madres de Plaza de Mayo, cuya nominación de “locas” remitía al mito de origen de la condición de la mujer como bruja, perversa, loca, etc. Las condiciones de la crisis llevo a las mujeres a organizarse en grupos de demandas por tierra, por la copa de leche y otras necesidades ligadas a las cuestiones materiales de la vida, pero siempre en la escena en su lugar de “madres” que las ubicaba en un espacio “libre de sospechas”, al igual que a las Madres.

La transición democrática en la región va a ser un punto de inflexión para el desarrollo de las mujeres y sobre todo de la incorporación al sistema universitario de los estudios de género. Las demandas por “nuevos derechos”, la participación en las conferencias internacionales de Naciones Unidas, volverán a construir una nueva “elite” que, dificultará la incorporación al movimiento de mujeres a un sinnúmero de mujeres, sobre todo de sectores populares. Acerca de ello y de la construcción de la política teorizarán entre otras Julieta Kirkwood y Virginia Vargas.

Sin embargo, las presiones de las mujeres de sectores populares por sus demandas van a ser una razón mas que contundente para su pertenencia al movimiento de mujeres que, en países como Argentina se articularon en los Encuentros Nacionales de Mujeres que hace 21 años se realizan sin interrupción.

Saberes de la opresión, saberes de la emancipación en la periferia

El recorrido de la historia del pensamiento feminista y de género como de las acciones políticas han sido diferentes en la región a los países centrales. Como ya nos referimos se desarrollaron en otros tiempos y ante condicionantes sociales, políticos, económicos y culturales diferentes.

Despuntando el SXXI se puede decir que hay un acervo de reflexión teórica acerca de la cuestión en varios campos del conocimiento: antropología, literatura, sociología, ciencia política, filosofía, etc. pero sobre todo hay una práctica de luchas y debates por la incorporación de las prácticas y las confluencias de saberes con otros grupos, otros intereses y otros discursos.

Sin embargo, aun prevalece la condición de subordinación de los saberes en relación a los países centrales y aun es necesario hacer una revisión, recopilación y producción propia de la región, rescatando sus raíces y sus condicionantes así como repensar en la acción las potencialidades emancipatorias que aun atraviesa al movimiento de mujeres, o si ellas se han diluido frente al impacto de la hegemonía neoliberal. La teoría feminista y la teoría de los géneros epistemológicamente está situada dentro de la teoría crítica: por ello esas “fisuras” de origen le otorgan una condición de posibilidad de pensarse y repensarse cada vez. Por otro lado, como movimiento está atravesado por los rasgos positivos y negativos de los movimientos con un dato que no es menor: el debate sobre el poder y su construcción retorna insistentemente. Poder y sexualidad atraviesan las prácticas y las reflexiones sobre el género y aun son percibidos como los “bárbaros” del poeta Konstantin Kavafis que, si bien están riesgosamente al acecho, pueden servir para articular sentidos al pensamiento progresista. Acerca de estos riesgos las teorías de los géneros proveen algunos elementos de vigilancia permamente.

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Buscamos abrir debates y cuestionar nuestra realidad a través de la participación en las luchas estudiantiles y de la apropiación de la Facultad como un espacio de participación y creación colectiva.
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